Un día el camino se oscuro, perdí la esperanza y
la ilusión de poder continuar, pero llegue al rio de las lamentaciones, su
cauce estaba inundado de todos los problemas de los seres humanos, sus aguas
llevaban desilusión, tristeza y dolor; allí empecé a visualizar cada uno de los
problemas que aquejaban a los demás, no podía creer que en este cause
existieran más problemas que los que yo llevaba a cuestas en aquel momento; sin
embargo llevaba peso en mi mente, y escuchando el cauce pude comprender que en
el mundo existen peores lamentos que lo que llevaba en ese momento, me senté a
orillas del aquel afluente sus aguas transportaban las voces de los lamentos de
muchos seres, allí, de escuchar una y otras vez los lamentos de los demás mi
mente se contamino de ello, se inundó de peores problemas de los que llevaba, dejándome derrotar sin antes de haber luchado,
pude comprender que solo llevaba a cuestas un problema pequeño y que si lo
alimentaba con el ruido de los demás se convertiría en una batalla perdida.
Comprendiendo que escuchar aquellas aguas
contaminadas me hacía daño decidí tomar todo aquello que me aquejaba en aquel
momento, y lo deje en la piedra que estaba sentado, pues no podía contaminar de
más ruidos aquel cauce, pero dejándolos allí tampoco era una solución inmediata
así, que continúe recorriendo aquel río pero haciendo el pacto de que solo lo visualizaría
y no me dejaría enfermar por las voces de los problemas que el llevaba, como lo
hacían las aves que a pesar de todo lo contaminado de dolor que llevaba ellas
cruzaban dando un canto de victoria, tome aquel peso que llevaba sin ahogarlo
en la fuente de agua y decidí enfrentarlos yo solo, en aquel recorrido del cauce
había una parte en que todos estos ruidos se mezclaban y el estruendo era mucho
peor, me causo curiosidad, pues todos
ellos me unían y comprendía lo que estas aguas decían; mas aceleré mis pasos
reflexionando y buscando una solución a lo que llevaba, y cuando llegue al ruido pude ver que este
afluente se convertía en una enorme cascada que terminaba en unas rocas que
golpeaban con tal fuerza las aguas que hacían romper las voces de lamento
liberando las aguas de aquellas interpretaciones humanas de dolor, entonces ya había
descubierto como deshacer la carga que llevaba no dejándola abandonada si no enfrentándola
al camino de las cataratas, las liberé en las aguas y se fueron y cayeron y
cayeron cientos de metros, combinándose con el ruido de los demás lamentos, lo más
hermoso de aquel final es que aquellas aguas al golpear las rocas se rompían en
un llanto de felicidad y al mezclarse con el sol se convertían en el más
inmenso arcoíris de victoria, que las aves cruzaban cantando y alabando.
@fernandomoncar
5
de mayo de 2014
Comentarios
Publicar un comentario